martes, 13 de noviembre de 2007

Ruego

Un cigarillo, por favor.
De lo contrario, comeré 24 horas seguidas
y moriré al estilo italiano, recitando:
“Puedo ingerir los platos más dulces esta noche...”.

Sólo te pido uno.

Pocas palabras

La familia parece un racimo asido a la manija de la heladera. Pero la fruta mayor es, sin dudas, la mujer, que dice: “Esta es la que más me gusta”, y abre la puerta dejando ver el interior impecable del artefacto en venta. El marido y los cuatro hijos abren sus ojos al unísono, y alguno se acerca y toca con respeto los estantes de acrílico. Hay decenas de heladeras y es difícil elegir, pero ella ya sabe cuál será la compañera que entrará en su cocina.
Los niños siguen a sus padres hacia el mostrador, como una cola de banderitas movida por el viento. Al rato, se van aburriendo. Los padres hablan de cuotas, fletes y garantías. Los chicos, con sus miradas perdidas en direcciones cruzadas, andan volando lejos . Una heladera soporta apenas media hora de conversación.