domingo, 23 de diciembre de 2007

La idea de lo eterno

No concebimos otra cosa que la eternidad para nosotros mismos. Siempre habrá un día más en nuestras vidas. Siempre habrá una hora más. Al no saber el momento exacto de nuestra muerte, la única posibilidad que tenemos de entender nuestra vida es a través del concepto imperfecto de eternidad. Y es “imperfecto” porque lo sabemos falso. Pero es igualmente descriptivo de lo eterno; de una eternidad prosaica, tangible, pobre, pero productiva.
El desconocimiento del momento en que se producirá nuestra muerte genera esta peculiar idea de eternidad. Y esta idea es, además, la que nos permite soportar nuestra interminable finitud.

Raíces

No quiero anclas: se oxidan, te amarran, te piden, te enferman de una profunda oscuridad.
Quiero raíces, para avanzar sintiendo el olor húmedo del túnel fértil y terroso, los pasos de la gente, mi cielo abierto e infinito.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Mezclas nocturnas

Los balcones, parejitos, sostienen las sombras de la noche. Como palomas negras, la oscuridad se acurruca y sueña sobre las barandas. Parece que todos durmieran, pero no es así. Están aquellos que piensan en los otros a esta hora. Y la inquietud crece como un edificio, mientras nos imaginamos que es la tristeza la que los mantiene despiertos. Entonces, toda la noche se abandona en un inmenso plano oscuro, en donde unos duermen y otros no saben ni cómo empezar a soñar.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Fidelidad

“Nunca he engañado a mi mujer. No es ningún mérito: la amo”.
Georges Duhamel (1884-1966) Escritor francés.

La tercera noche

La noche tiene el poder casi siniestro de señalarte con el dedo el lugar que más te duele. Pero si no hay heridas a la vista, ella también es capaz de alzarte hasta la altura que prefieras, y dejarte flotando en medio de una felicidad que se mece como un mar apenas ondulado.
'Quiero que nadie sepa qué está haciendo la noche hoy conmigo: si me señala inclinada con un gesto brujeril, o si se viste de madraza para mecerme en el aire, con brazos de verano, dejándome dormir mi mejor sueño.
Como nada es blanco y nada es negro en nuestro espíritu, he sentido, a veces, la mezcla de dos noches en mi alma. Una noche más, la tercera, diferente, híbrida pero fecunda. La que menos te ayuda a entender, la que se divierte y llora tristemente de risa. Aquella que te mira a los ojos y en la nuca. La que te obliga a voltearte tan rápidamente para tratar de comprender por qué nada se entiende. Cuando estamos tan solos como en un vientre, como en una esquina esperando el cambio del semáforo. La tercera noche dificulta la vida, pero no te asesina.
Ya estarás sospechando desde qué noche te escribo. No pude evitarlo. Me llamaste recién y me pusiste el cielo abajo y la tierra arriba. Pero la bruja ya aceita, sin embargo, su índice con una lentitud casi morbosa. Y la madraza prepara su nido, demorándose sin ninguna maldad.
No sé a dónde irán a parar mis huesos en un par de minutos, cuando ambas noches choquen en la mitad de su intento por acercarse a mí. Un big bang de dolores y sonrisas lloverá, quizás, desde mi techo. Que vengan hechos lluvia, cielorraso partido. Que me cubran y deseen buenas noches.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Tiempo tonto

No sé qué decirte o qué esperás que diga. No me ha caído encima ningún maleficio. No he sido señalada por el dedo de Dios o la cola del Diablo. No soy otra. Aunque, sí, algo distinta.
Tal vez el tiempo se desbocó espantado al despertarse. Lo vi llevarse, atolondrado, las sillas por delante, y con su cadera zumbante tirar al suelo todos los papeles de la casa.
Se espantó al verse despierto y notar que en su muñeca, también, tenía un reloj que avanzaba y que, hasta ayer, nunca había visto.
Le enseñaré a leer la hora, como a los chicos, pero algún truco inventaré para que atrase.