sábado, 8 de diciembre de 2007

La tercera noche

La noche tiene el poder casi siniestro de señalarte con el dedo el lugar que más te duele. Pero si no hay heridas a la vista, ella también es capaz de alzarte hasta la altura que prefieras, y dejarte flotando en medio de una felicidad que se mece como un mar apenas ondulado.
'Quiero que nadie sepa qué está haciendo la noche hoy conmigo: si me señala inclinada con un gesto brujeril, o si se viste de madraza para mecerme en el aire, con brazos de verano, dejándome dormir mi mejor sueño.
Como nada es blanco y nada es negro en nuestro espíritu, he sentido, a veces, la mezcla de dos noches en mi alma. Una noche más, la tercera, diferente, híbrida pero fecunda. La que menos te ayuda a entender, la que se divierte y llora tristemente de risa. Aquella que te mira a los ojos y en la nuca. La que te obliga a voltearte tan rápidamente para tratar de comprender por qué nada se entiende. Cuando estamos tan solos como en un vientre, como en una esquina esperando el cambio del semáforo. La tercera noche dificulta la vida, pero no te asesina.
Ya estarás sospechando desde qué noche te escribo. No pude evitarlo. Me llamaste recién y me pusiste el cielo abajo y la tierra arriba. Pero la bruja ya aceita, sin embargo, su índice con una lentitud casi morbosa. Y la madraza prepara su nido, demorándose sin ninguna maldad.
No sé a dónde irán a parar mis huesos en un par de minutos, cuando ambas noches choquen en la mitad de su intento por acercarse a mí. Un big bang de dolores y sonrisas lloverá, quizás, desde mi techo. Que vengan hechos lluvia, cielorraso partido. Que me cubran y deseen buenas noches.

No hay comentarios: